La gran estafa

En un momento hemos pasado de llorar las penas de la familia de la pequeña Nadia a reclamar las cabezas de sus padres pensando quizás más en el ridículo que han hecho algunos samaritanos que en el trastorno que la picaresca provocará en la criatura, hasta ahora condenada a vivir con unos progenitores que han hecho negocio con su enfermedad y a partir de hoy bajo tutela del Estado. Hacía tiempo que no nos afectaba tanto una historia de estafa disfrazada de caridad cristiana. No creo que exagere mucho si digo que nos ha indignado más este culebrón de viajes inventados y curas milagrosas que los casos reales de ladrones de guante blanco infiltrados en la política durante años para vaciar la caja del dinero público.

Es inmoral que los padres de Nadia hayan utilizado la enfermedad de la hija para vivir sin trabajar aprovechándose de la buena fe del vecino y por eso tendrán que pagar, reclaman airados algunos comenzando por Pilar Rahola, intelectual orgánica, martillo de herejes y entrevistadora de primeras damas a partes iguales. Es verdad que este agravio perjudica la imagen de los padres coraje que luchan contra viento y marea por el bienestar de sus hijos enfermos, pero también es cierto que una flor no hace verano. Para mí es más grave que, conociendo ahora la larga trayectoria de estafas de los padres de Nadia, nadie haya sido capaz de verificar los datos de la conmovedora historia antes de hacerla salir en las televisiones en prime time.

Susanna Griso puede sentirse muy engañada por haber dado cobertura inocentemente a la estafa, pero también es responsable por haber contribuido a hacer crecer la mentira sacrificando la confirmación de la información a los buenos índices de audiencia que garantiza siempre la lagrimita fácil. Me consta que la Griso es buena persona y buena periodista, pero lleva demasiado tiempo en Antena 3 y la sombra de Nieves Herrero es alargada. Por si no lo recuerdan, la mezcla de muñeca Barbie y novia de Chucky, y su programa De tú a tú dispararon el año 1993 las audiencias hasta niveles nunca vistos gracias a la transmutación del crimen de las chicas de Alcàsser en un escabroso espectáculo de telebasura.

La colaboración de los medios de comunicación, sobre todo televisivos, en todo este espectáculo ha sido clave para permitir que la familia Blanco Garau haya vivido ocho años a cuerpo de rey alimentando una estrafalaria historia que ha llegado a todos los rincones de la patria ibérica. Está claro que más que la curación imposible de la hija, buscaba la fama y la caridad de los famosos, y quién más quién menos ha caído en la trampa porque es más fácil ser solidario durante el minuto que se tarda en escribir un tuit de apoyo que serlo siempre. Las personas con enfermedades minoritarias –nada de raras, como si los enfermos fueran marcianos- no necesitan caridad. Lo que necesitan es apoyo y que se invierta en investigación médica.

A todos estos que se escandalizan por el caso Nadia les tendría que dar más vergüenza que las familias tengan que afrontar solas el cuidado de sus hijos enfermos recurriendo si hace falta a la limosna para arañar un euro porque el Estado se desentiende de su problema, les recorta las prestaciones o las paga con años de retraso. Mi tía se ha dejado la salud y casi la vida peleándose cada año con el funcionario de turno para que no recorte las miserables ayudas que recibe por tener dos hijos con una enfermedad degenerativa que los ha condenado a vivir en un cuerpo paralizado. Es por razones como éstas por las que nos tendríamos que escandalizar y exigir responsabilidades. De los padres de Nadia ya se encargará el juez o el psiquiatra.

(Visited 37 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario