El ‘procés’ busca ‘botifler’

Tenía razón De Gaulle cuando decía que "la política es un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de los políticos". En Cataluña, directamente, la hemos abandonado, y de eso nos quejamos. Enredados en un enrevesado debate semántico sobre la delegación de los votos de los diputados procesados, por la que apuesta JxCat, y la designación de los mismos, término aprobado en el pleno del 2 de octubre y adoptado por ERC, hemos entrado en una absurda guerra civil, que no se intuye pasajera. El debate, aparentemente retórico, también es jurídico. Los letrados del Parlamento así lo corroboran y advierten que no computarían los votos de los diputados que no presentaran un escrito en el que designaran un sustituto. La primera pregunta que me viene a la cabeza parece de manual: Si en el pleno aprobaron designar, ¿porque JxCat se empeña ahora en delegar?

Más allá de la perogrullada, y con la idea de buscar el desatascador, detengámonos un poco más en este galimatías semántico. Todo apunta a que JxCat quiere hacer carambola: por un lado preservan la figura del presidente emérito Carles Puigdemont de la ignominia de la designación, y por otro se sacan de encima al que todos señalan como relevo de Oriol Junqueras en la candidatura republicana, el actual presidente del Parlamento, Roger Torrent. Hay dos maneras de hacer jaque al presidente: O se le sacrifica tirándolo a los leones de la judicatura, o se le señala como ‘botifler’. Como Torrent ha resistido en el primer supuesto, los sicarios de las redes sociales ya disparan haciendo caso del segundo.

Sea como sea, la guerra civil no ha estallado por una cuestión lingüística, o no sólo por eso. Desengañémonos, JxCat (spin-off del PDeCat y este de Convergencia) y Esquerra son antagónicos y la unión ha sido siempre coyuntural y traumática. Sólo hay que ver cómo se detestan en la mayoría de municipios catalanes para entender que el amor es fingido. Como las bases, los jefes de los partidos, Puigdemont y Junqueras, también se aborrecen de manera extraordinaria, y hace tiempo que no saben cómo disimularlo. La semántica es, en todo caso, un episodio más de una interminable lista de agravios que los unos tienen contra los otros y los otros contra los unos.

Y ahora el independentismo busca un ‘botifler’ a quien colgarle el muerto de un proceso fallido. ¿Torrent? ¿Quim Torra? Veremos. Todos querrían aguantar hasta el veredicto del juicio final del proceso, y se conjuran a cada revés para que así sea. Pero el desamor cada día es mayor y la fecha del juicio está por determinar. Y, si como decía Harold Wilson "una semana es mucho tiempo en política", imagínense la eternidad que supone un período indefinido…

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