El despertar de Aznar

Tomo prestado a modo de prólogo el microrrelato de Monterroso: "Cuando despertó, Aznar (el dinosaurio) todavía estaba allí". El Mr. Hyde de la política española ha reaparecido fugazmente para demostrar su inmortalidad (o amenazar con ella). Lo hizo en la comisión de investigación del Congreso sobre la financiación irregular del PP. Se gustó y, al terminar, con más o menos sorna, histriónico, confesó que se lo había pasado muy bien y que, ¿quién sabe?, quizás se plantearía volver. No lo necesita, Pablo Casado y Albert Rivera se disputan esforzadamente su mefistofélica reencarnación.

Aznar acudió a la Cámara baja española a negar la mayor y a disfrutar del circo. En una especie de déjà vu de la comisión de la guerra de Irak, él volvió a blandir castizamente su cuestionada inocencia. Digan lo que digan los jueces, la caja b del PP no existe y, si existiera, la culpa sería siempre y únicamente del tesorero. Bravo.

En la política, como en el deporte, la mejor defensa es un ataque. Así, Aznar llevaba preparado un arsenal de improperios destinado a contrarrestar el fuego enemigo. Así, Gabriel Rufián es un golpista y Pablo Iglesias un populista venezolano; a los socialistas les espetó el reiterado "y tú más" y los vascos son poco menos que etarras. Todo ello, casi sin despeinarse un bigote que, pese a no estar, se mantiene imperturbable en el recuerdo.

Los de siempre hicieron lo que hacen siempre, intentar arañar con más o menos éxito un titular o unos instantes de gloria más o menos efímera. De manera sucinta: Rufián lo cansó con la técnica del pequinés que roe el pantalón sin soltarlo e Iglesias, que había estudiado mejor la lección, aprovechó el desgaste para perturbarlo ligeramente.

Mientras, los suyos gozaban excitados a la derecha del gurú. No hay nada mejor para recuperar la moral de la tropa que desempolvar viejos baúles y sacar a pasear viejas momias. Hacía tiempo que no se les veía tan bravos. Ahora que, defenestrado Mariano Rajoy, Aznar y PP vuelven a ser amigos, tal vez se den cuenta de que la mejor manera de derrotar el extremismo de Albert Rivera es resucitar el original. El líder de los naranjas ha pisado mierda. Cuando casi llegaba a la meta de la presidencia, una 'inoportuna' moción de censura lo devolvió a la casilla de salida y ahora el buu de viejos fantasmas resuenan para recordarle que la derecha más extrema hace tiempo que tiene patente de corso.

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