¿Culpables hasta que se demuestre la inocencia?

Los errores del procesismo, que ha habido a borbotones y que aquí hemos criticado y denunciado y criticaremos y denunciaremos, no ocultan ni justifican el año de prisión de Jordi Cuixart y Jordi Sànchez, un año de ignominia. Dice el artículo 11 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que "toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad". Abreviado: "Todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario". Una sentencia que con el paso de los años ha mutado perniciosamente hasta voltear su sentido inicial, y ahora los Jordis y unos cuantos más como ellos se han convertido en culpables hasta que se demuestre su inocencia. Y ya que hablamos de justicia, esto es, a todas luces, injusto.

Lo escribía mejor que un servidor Benjamín Franklin en 1785: "Es preferible que cien personas culpables puedan escapar a que un solo inocente sufra". Aunque probablemente él lo popularizó, el aforismo fue pensado por el jurista inglés William Blackstone (siglo XV), cuando afirmó que es preferible que diez culpables queden libres antes de hacer sufrir a un inocente.

Cuando en 1996 se reanuda en España la figura del jurado popular, pensé: En caso de participar, muy culpable deberá ser el acusado como para jugármela y sentenciarlo a pena de prisión. Es decir, ante la duda y con el principal objetivo de dormir con la conciencia tranquila, mis teóricos acusados, sean diez o sean cientos, serán siempre inocentes, casi incluso demostrándose su culpabilidad.

Desconozco como de bien o de mal duermen los jueces que han tenido la responsabilidad de aplicar y resolver una y otra vez la prisión provisional de los Jordis, del mismo modo que ignoro si los políticos que avalan la resolución padecen insomnio. Sólo sé que, haciendo un ejercicio de empatía, mi conciencia no permanecería tranquila sabiendo que dos personas que podrían ser inocentes o que, de hecho, lo son todavía y hasta que se demuestre lo contrario, se mantienen encarceladas, seguramente persiguiendo el único e innoble objetivo del escarmiento.

Como ha defendido gente mucho más docta en la materia, los cargos que pesan contra los Jordis son del todo injustificables y, por ello, deberían ser retirados. A lo sumo, como dice Amnistía Internacional: "En caso de demostrarse que convocaron manifestantes a fin de impedir una operación policial lícita, esto podría ser perseguido, ya que podría tratarse de una alteración de orden público, y ser objeto de sanción penal", y remacha: "Atribuir-les delitos graves como la rebelión o la sedición es desproporcionado y una restricción excesiva de su derecho a la libertad de expresión y de reunión pacífica".

Suscribo a pies juntillas lo que decía ayer el ex presidente del Supremo y del Constitucional, Pascual Sala, que tampoco ve ni rebelión ni sedición en el caso que nos ocupa, "los problemas políticos deben resolverse haciendo política".

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