Donde dije digo, digo Diego

A principios del año 2016 y tras el paso al lado (forzado) del ex presidente Artur Mas, Carles Puigdemont prometía el cargo de Presidente y perjuraba que no había venido para quedarse. Decía que no aspiraba a presentarse a las próximas elecciones, que había venido a hacer un encargo, la independencia, y basta. Después del 1-O, el maldito 155 hachaba fuera de forma prematura y enérgica al exalcalde de Girona; esto ocurría a finales de octubre de 2017. Poco después y ‘exiliado' en Bélgica, ante el adelanto electoral convocado por el presidente español Mariano Rajoy, Puigdemont se presentaba a las elecciones bajo el paraguas de Junts per Catalunya -un vestido a medida. Contra todo pronóstico -las encuestas indicaban una victoria clara de Esquerra-, aunque quedó por debajo de los naranjas, Puigdemont logró imponerse en un mayoritario bloque independentista y, así, optaba a la reelección. Dicen que ganó porque, entre otras cosas y habilidades, prometió hasta la saciedad que si ganaba las elecciones volvería a Palau para tomar posesión de un cargo que, finalmente y en la distancia -decidió no volver…-, no fue posible.

En castellano, a esto se puede llamar: "Donde dije digo, digo Diego", que en catalán viene a ser: "Ahir deia blanc i avui dic negre", y en 2.0. "Fake news". Si bien es cierto que el ‘procés’ es imprevisible y los vaticinios temerarios, sería bueno que los políticos contaran hasta cincuenta, como indica la sabiduría popular, antes de decir según qué. Queda clara que Puigdemont vino a la política para quedarse, o al menos está luchando por hacerlo y que, en las actuales circunstancias, difícilmente volverá a Palau, al menos no en un período corto de tiempo. Recientemente le hemos visto las uñas y hemos podido comprobar su fuerza, intacta a pesar de la tormenta -reforzada por la justicia alemana-, incluso se le ha podido reconocer un elevado grado de mala leche, y sino que se lo pregunten a Marta Pascal

Cuando la CUP forzó el paso al lado del expresidente Mas, no éramos pocos los que pensamos que el elegido, Puigdemont, sería un títere manejado por Mas, que un paso al lado no es nunca un paso atrás. Pero, y a pesar de sus falsas proclamas de provisionalidad, pronto quedó claro que Puigdemont no estaba de paso. En poco tiempo, el gerundense ha borrado del mapa a Mas y, lo que aún parecía más difícil, a Pujol. Con el temor de volver a pifiarla, no parece Quim Torra el presidente llamado a borrar del mapa político a Puigdemont. Sea como fuere, démosle tiempo al tiempo. Ya se sabe que en política las presidencias bicéfalas no suelen triunfar. Ley en mano, es Torra quien lleva ahora las riendas de Cataluña, quien dialoga con el presidente Pedro Sánchez, quien algún día tendrá que tomar decisiones sobre la delicada cuestión y deberá llegar a acuerdos. ¿Le enmendará la plana Puigdemont como hizo con Pascal por la moción de censura al expresidente Rajoy? ¿Hará Torra como Puigdemont con Mas y matará al padre? A la velocidad que va la política catalana, pronto tendremos respuestas.

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