Entrevista a Sílvia Carrasco

Investiga la desigualdad educativa dentro de la desigualdad social y cómo afecta la gente joven más vulnerable
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Doctora en Antropología y profesora del Departamento de Antropología Social y Cultural de la Universidad Autónoma de Barcelona. Investiga la desigualdad educativa, dentro de la desigualdad social y como afecta a la gente joven más vulnerable. 

Como en otros ámbitos, parece existir un alto grado de autosatisfacción respecto al modelo de la enseñanza en Cataluña ¿Responde esto a la realidad o es más bien un espejismo?
Me preocupa muchísimo que tanto los nacionalistas como la izquierda vayan proclamando que tenemos un modelo educativo de éxito, cuando en realidad se trata de algo que reproduce y amplifica la desigualdad entre los niños y los jóvenes, y que conlleva más barreras que oportunidades para su futuro, para pensar críticamente el mundo y sentir que valen para transformarlo y mejorarlo. Tenemos entre un 25 y un 30% de chicas y chicos que dejan de estudiar muy jóvenes, algunos ni siquiera habiendo terminado la ESO, de clase obrera y de origen extranjero.

¿Qué está el origen de todo esto? ¿El bilingüismo, los contenidos que se imparten, los recursos y su distribución…?
Hay tres puntos muy débiles, que no son ningún secreto, donde se reproduce la desigualdad, en lugar de ser una educación emancipadora. El primero es una redistribución de recursos económicos en las escuelas completamente desigual. Precisamente allí donde se necesitan, tanto de profesorado, como de calidad de las infraestructuras, nuevas metodologías, atención más personalizada…, es donde hay menos recursos y peor se asignan. Cosa que tiene mucho que ver con decisiones políticas. El segundo gran fallo tiene que ver con la formación del profesorado, que es absolutamente deficiente, no debido a quienes la imparten sino porque se ha perdido el horizonte de la misión social de la educación. Estamos en un país que se distinguió por propuestas educativas rompedoras, en su momento. Y ahora, la gente cree dispone de un sistema moderno y eso es absolutamente falso. Los profesores hacen lo que saben hacer, pero en muchos casos no es lo que necesita el alumnado. Y el tercer gran problema es la tremenda politización del instrumento clave, que son las lenguas. Las investigaciones más avanzadas en las enseñanzas de las lenguas, como vehículo para acceder al conocimiento, van en dirección totalmente contraria al monolingüismo. Desgraciadamente, para preservar el catalán, la cuestión se ha politizado tanto que es imposible ni siquiera iniciar un debate sereno sobre las necesidades de los hablantes, que son los niños y niñas, y no sobre las de la lengua como patrimonio cultural, al margen de los hablantes. Este enfoque es absolutamente erróneo.

¿Más bien escasean los recursos que se destinan al sistema educativo o el problema está en su distribución?
Las dos cosas. El porcentaje del PIB que dedicamos a la educación en Cataluña es claramente inferior a las medias recomendables para una sociedad compleja y desigual como la catalana. Pero, insisto, lo que hay es una distribución muy desigual. Creo que la batalla no está planteada entre todo el sector público y todo el sector concertado, que era temporal y debía haber desaparecido. Se empezó a concertar porque, en teoría, con la LOGSE la enseñanza se iniciaba a los 3 años y se alargaba hasta los 16, y la cosa ha acabado cronificándose. Se ha aprovechado para privatizar en lugar de para mejorar el servicio público. En un país como EE.UU. muy poco sospechoso de comunismo, le enseñanza privada es de solo un 7%. Por añadidura, también hay una distribución muy desigual entre los centros públicos ¿Por qué? Porque los recursos se tienen que repartir en función de las necesidades. No puede ser que haya centros públicos con ordenadores totalmente desfasados o problemas de conectividad. Necesidades logísticas, de mantenimiento de los centros, infraestructuras, actividades de apoyo…, no están cubiertas en muchos casos. Y la formación del profesorado ha recibido una estocada de recortes brutal, porque desde que empezó Artur Mas con «el gobierno de los mejores», el dinero destinado a la formación permanente del profesorado se ha reducido hasta niveles ridículos.

En materia curricular ¿No ocurre, como con TV3, que muchos contenidos de la enseñanza están determinados o influidos por una visión más bien egocéntrica de Cataluña y lo catalán?
Lo currículos no son mi campo de investigación, pero en la Universidad hay un grupo reconocido que se dedica a analizar cómo se cuenta la historia y como se plantean las ciencias sociales y yo misma participé en una investigación orientada a ver como se representaba, en los libros de texto, la diversidad creciente de la sociedad catalana, que era cero. En realidad, se explican las cosas desde una perspectiva mucho más mítica que científica. Es decir, no se trata de analizar los hechos sino rememorar una genealogía de la cual «nosotros» somos descendientes. Los romanos ya distinguieron entre el mito y la historia. Ahora muchos de los currículos, sobre todo de historia y geografía, en los entornos nacionalistas, no solo de Cataluña, están totalmente imbuidos de una perspectiva falsa. Esta idea del «nosotros» no puede ser protagonista de la historia, porque carecemos de una distancia objetiva suficiente sobre los hechos para someterlos a un análisis riguroso. Esto excluye relatos comunes. Se utiliza políticamente y la izquierda ha sido muy cobarde, por no hace frente a algo que afecta fundamentalmente a los niños y niñas de las familias más vulnerables.

¿La Universidad también está incluida en este modelo que explica?
La Universidad es grande y diversa y hay de todo. Del sistema educativo, la Universidad es la parte más saludable, en todos los sentidos. Es lógico. En ella no solo se enseña, se produce conocimiento, y esto solo se puede hacer desde el pensamiento crítico. La ciencia desarrolla pensamiento efímero: lo que hoy es verdad mañana puede dejar de serlo. Esta perspectiva, que es saludable, no ha calado para nada en la enseñanza pre-universitaria. La Universidad es la única etapa educativa oficialmente trilingüe. En las Universidades tenemos el castellano, el catalán y el inglés como lenguas vehiculares. No se obliga a dar clase en una lengua que no es la tuya. Los masters se dan en castellano, inglés y también en otras lenguas.

¿Existe una especial ligazón o vínculo de una parte del estamento educativo con el nacionalismo vía, por ejemplo, Administración?
El pujolismo ha hecho mucho daño en este terreno. Todos los regímenes que tienen un proyecto nacional (el pujolismo es uno de ellos) intentan apropiarse de la escuela. Eso ha ido impregnando una normalización de la escuela como proyecto nacional. Llevamos en ello más de 30 años. Hay una serie de formalizaciones, que han generado su correspondiente normativa, como por ejemplo el de la normalización lingüística que, al principio, se pacta con el PSC y el PSUC para no segregar pero no es el que finalmente se consolida. En 2018, la investigación está incluso mucho más allá del multilingüismo. Se habla del plurilingüismo. Todo lo cual está muy alejado de un modelo nacional.

¿En que se inspira, de donde parte, el proyecto nacionalista de Pujol para la educación?
Se hizo una apropiación por parte del pujolismo de la escuela moderna, incluida la de tradición anarquista, hicieron aparecer lo catalán como moderno y democrático en sí mismo. Igual que ahora lo están haciendo con otras cosas. Si esto se presenta de esta manera, la gente acaba haciendo la ecuación, catalán es igual a democrático, catalán es igual a moderno, y como te opongas eres fascista. Aunque seas mucho más emancipador, igualador…

¿Al final, las pervivencias y el desarrollo de las lenguas no es más cuestión de enamoramiento, de ganar de aprenderla y usarla, que de cualquier otra cosa?
Si no se llega a querer la lengua no hay manera de preservarla, aunque la hagas obligatoria y única. Porque lo que eso genera son anticuerpos. El bilingüismo es un modelo monolítico. En Cataluña hay muchas lenguas diferentes del catalán y del castellano. En el año 2004, hicimos una propuesta de que se pudieran introducir como optativas en la enseñanza algunas lenguas mayoritarias de las nuevas comunidades migrantes. Porque hay muchos chicas y chicos que hablan mal e incluso rechazan sus lenguas maternas sin que puedan llegar a constituir un valor añadido para ellos. Contribuiría a mejorar sus currículos y, en consecuencia, sus salidas laborales, pero también sería una forma de autoestima, validación y corrección de esas lenguas y, desde luego, un factor de integración. En muchas escuelas de Londres sí lo han hecho.

¿No hay un cierto sustrato agónico, defensivo, del fin del mundo en estas actitudes?
Creo que sí, se ha introducido una sensación de miedo y el problema está en cómo se define el «nosotros». Tanto a nivel escolar, como en otros ámbitos, domina una sola manera de ser catalán, que impide que los chicos y chicas conecten con el mundo, desde una perspectiva local y global al mismo tiempo. Lo contrario, es contraproducente. Desde el punto de vista federalista, se sabe que no se pueden tender puentes y reconocer al otro, sino se han creado relatos comunes. La educación tiene que servir también para esto.

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